Desde que era niña me ha interesado entender cómo funcionan las cosas y en particular cómo arreglarlas. Cuando estaba en la carrera conocí el concepto de handyman o handyperson que básicamente consiste en una persona que es competente en una variedad de habilidades pequeñas, inventivas o ingeniosas en los trabajos de reparación o mantenimiento[1]. Es un concepto asociado principalmente a hombres aunque también se usa la versión handywoman.
Me parece que el origen de este interés es atribuible a la constante estimulación de mi mamá, quien siendo maestra, siempre buscó acercarme al conocimiento en sus distintas variedades; y también a los cientos de días “trabajando” con mi papá en las obras de construcción. Creo que con objetivos algo lejanos a hacer de mí una persona capacitada en trabajos de mantenimiento, resultó natural que desarmar, reparar y construir fueran actividades casi cotidianas para mí.
Además de las actividades concretas a las que me vi expuesta, en mi casa siempre estuvieron disponibles herramientas con las cuales trabajar y una ligera laxitud en lo que estaba permitido hacer sin supervisión. Es así que desde los cuatro o cinco años tenía un martillo propio que, aunque pequeño, era de verdad, con el que “ayudé” a mi papá a construir una casa de madera para jugar en el patio; y no muchos años después tenía una navaja suiza rosa con todo y su funda para cinturón con la que un día, afilando unas tijeras me hice una herida en el dedo de la que todavía conservo la cicatriz.
Recuerdo vagamente desarmar la videocasetera alguna vez, instalar un nuevo teléfono y montarlo en la pared, aprender de “mecánica” moviéndole a los cables de mi jeep eléctrico de juguete, y atornillar, clavar, lijar, cambiar, pintar, por toda la casa mientras crecía.
Al terminar la prepa sucedieron dos cosas que potenciaron este interés o habilidad, por un lado, elegí la carrera de arquitectura, que para mí y por mi papá tenía una carga importante de construcción y trabajos de reparación y mantenimiento, y por otro, me fui a vivir a otra ciudad, sin mi familia, en donde me vi obligada a resolver muchas cosas por mi cuenta, entre ellas, algunos trabajos de la casa.
Como parte de esta vida pseudo independiente y al empezar a trabajar, aunque no haya sido en la industria de la construcción, ha habido actividades en las que ser una handywoman ha sido bastante útil. Desde montajes menores de percheros y ganchos en la oficina, hasta coordinar trabajos de carpintería con personas que nunca habían usado un martillo. En mi casa también ha seguido el trabajo, he engrasado chapas, armado muebles, montado cuadros y fotografías, instalado sistemas de cortinas, montado puertas, y he tenido también otras experiencias fallidas como el intento de reparación de un ventilador o el del cambio del tanque del baño. Aunque no son precisamente actividades de reparación, también tengo algunas habilidades como cargar un garrafón de 20 litros lleno, prender el bóiler o reparar la cámara ponchada de una bici.
En la universidad me di cuenta que este interés en los trabajos físicos o manuales menores solía ser un estereotipo asociado a los hombres. Y no es que hasta los 18 años haya sido ingenua o aislada del mundo, pero en el entorno en el que se desarrollaba mi interés, no había una carga de género asociada. Entiendo también que una mujer con un taladro, fuera de un póster en ferretería[2], puede atentar contra las masculinidades tradicionales o que dentro de las descripciones de “lo femenino” no vienen estar llena de aserrín por cortar madera o tener polvo de yeso en el pelo por perforar la pared.
Sin embargo, estas actividades me provocan una satisfacción y un sentimiento de autosuficiencia que me encantaría compartir con más mujeres en el mundo. Si alguna vez necesitas un martillo o una sierra o aprender a usar un taladro, la autora de esta publicación puede ayudarte.
[1] Traducción propia a partir de la definición en inglés del diccionario Merriam-Webster en línea.
[2] Las ferreterías, talleres mecánicos y similares, suelen tener en las paredes posters o calendarios con fotos que emiten las compañías de herramientas, en donde es común ver mujeres con poca ropa y equipo de seguridad de trabajo, modelando como si usaran alguna de las herramientas de la marca.
La imagen destacada fue editada por la autora a partir de una imagen de uso gratuito con atribución obtenida en Vecteezy.
Sheila, me ha encantando el texto, más porque me identifico mucho con él.
Recuerdo que de niña estaba pegada a mi padre cuando él reparaba cosas en la casa y de ahí no he parado de hacerlo. El verano del 2018 me la pasé reparando hoyos, moviendo, pintando cosas y me enorgullece saber que yo puedo colocar un cuadro en la pared, que puedo reparar algo.
Gracias, Sheila, me has traído buenos recuerdos 🙂
Creo que debería de haber más talleres para hacer autosuficientes a las chicas y más con esta tendencia de los jóvenes de querer andar viajando por el mundo, o incluso, también enseñarles a los chicos porque hoy en día ya han perdido la transferencia de conocimiento entre ellos mismos.
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