Lo que no se percibe no existe

Un problema que no “se ve”, es un problema que no existe y que, por ende, no jerarquizamos en resolver. Al enterarme que solamente el 8.5% de los neoloneses consideran la violencia familiar como el principal problema de seguridad a pesar de ser de los estados en los primeros lugares a nivel nacional en feminicidios, me surge la duda: ¿será que no nos importa el problema o que no lo hemos visto?

Los resultados de la encuesta #AsíVamos2018 me confirman que nuestras percepciones de la realidad son más fuertes que la realidad en sí misma. A pesar de que los hechos hablan por sí solos, parece que seguimos considerando la violencia familiar como un problema de lo privado y no como una amenaza real a la seguridad pública. Hablar de percepción implica hablar de lo que se quiere ver y de lo que se elige ignorar, aunque sea de manera inconsciente.

Desde colectivas feministas y algunos niveles de gobierno se enfatiza en la urgencia por resolver la violencia de género sin que este ímpetu se replique en la percepción pública general ni se traduzca en políticas públicas contundentes.

Un factor es la falta de representación del problema. No me refiero a notas rojas o encabezados que culpabilizan a las víctimas y justifican al victimario, sino a la visibilización del problema de fondo y estructural: la violencia machista. Frecuentemente se habla sobre la violencia de género como “violencia familiar” como si únicamente se hiciera presente en ese formato y, aunque existen dinámicas de poder y de cercanía que facilitan este tipo de violencia, esta visión del problema se queda muy corta. ¿Cómo vamos a entender que un problema es estructural si sus manifestaciones siempre se nos presentan como casos aislados? Pareciera que, gracias al tipo de cobertura mediática que se le da, accedimos colectivamente a la noción de que la violencia familiar (de género) sucede mayoritariamente en el ámbito doméstico, y por ende no nos compete resolverla. Qué injusto se siente esto cuando casi la mitad de las mujeres encuestadas reportaron no haber salido de su casa el día anterior. ¿Es justo que no las consideremos cuando hablamos de seguridad pública sólo porque no salen?

¿Cómo vamos a entender que un problema es estructural si sus manifestaciones siempre se nos presentan como casos aislados?

Luego tenemos el tema de la falta de mapeos: no se sabe con certeza, o por lo menos no es de dominio público, dónde suceden los feminicidios y casos de violencia familiar ni cuál es la recurrencia. La percepción de seguridad también tiene una base factual y aquí es donde más hace falta que se genere y difunda material de visualización de los datos que se tienen.

Estos últimos días, por ejemplo, se hicieron esfuerzos colectivos por parte de usuarias de twitter por visibilizar los intentos de secuestro a mujeres en el #MetroCDMX. El resultado fue un mapeo claro de las denuncias no oficiales que, idealmente, podría cruzarse con cifras oficiales para identificar los puntos de mayor incidencia. Esto indiscutiblemente tiene un efecto en la percepción de la seguridad porque tener los datos de lo que sucede a nuestro alrededor va moldeando nuestra forma de navegar el mundo. ¿Cómo podríamos utilizar herramientas parecidas aquí? ¿Valdría la pena? Yo creo que sí.

El asunto es que la violencia contra las mujeres existe en tantos lados y de tantas formas que ya la tenemos normalizada. Se piensa que la violencia de género es un tema privado, no público, a pesar de que el año pasado tuvimos 760 feminicidios a nivel nacional. Más de la mitad de ellos fueron efectuados de una forma “no catalogable” (es decir, que no fueron ni con armas de fuego ni con armas blancas), lo que en un gran número de casos significa que las víctimas murieron a causa de violencia sexual, tortura o asfixia. Pensamos que la violencia de género pertenece a lo doméstico aunque en Nuevo León se reportaron 2,268 delitos contra la seguridad sexual. Se reportaron más casos de violación (1,006) que de extorsión (494). En la encuesta #AsíVamos2018, en el 41.9% de las encuestas se mencionaron los robos patrimoniales como el problema principal de seguridad pública aunque los números no son tan distintos: fueron 2,787 reportes de robo a casa habitación y 1,349 reportes de robo de automóviles. Hubieron 1,262 reportes de abuso, hostigamiento o acoso sexual.

Hace mucho que dejamos de preguntarnos si la violencia contra las mujeres existe y sin embargo no vemos que las cosas cambien. Aunque tenemos los datos para sustentarlo, colectivamente no hemos jerarquizado este problema de manera correcta y en gran parte se debe a que dejamos lo doméstico, o lo individual, de lado.

Los feminicidios son la representación más cruda de un sistema que deshumaniza a las mujeres y dispone de sus cuerpos como se le antoja, pero hay toda una serie de matices de violencia de género que les dan soporte. Estamos viendo el problema, lo podemos tocar, nos toca exigir acciones contundentes de todos lados y agarrarnos fuerte porque una consecuencia inevitable es que nuestra percepción de la seguridad cambie. Y eso duele.

Imagen destacada: Iose

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