¡Auxilio! mis diputados y diputadas se creen influencers

Por Rocío Salazar

Yo la verdad no sé si las y los diputados de Nuevo León se acuerdan de cuál es su trabajo. Si tienen conciencia de que fueron votadas y votados para elaborar o modificar leyes. Y es que entre compartir la rutina de ejercicio del día, contarnos sus actividades familiares, hacer publicaciones referentes a Tigres y Rayados, y organizar giveaways, pues claro, ¿cómo se van a acordar de homologar reformas que se aprobaron a nivel federal hace un año? La vida no da para tanto. 

Queda claro que los y las legisladoras trabajan más por la construcción de su imagen en redes sociales, que por las necesidades de la ciudadanía a la que presuntamente representan (y por lo cual se les paga un ALTO salario). Twitter, Instagram y Facebook son los espacios en donde vierten sus opiniones, y miden su desempeño legislativo a partir de likes, retweets y corazones. 

En estos espacios han sucedido peleas y opiniones que jamás escuchamos en el pleno. Escriben y publican fotos a una audiencia imaginaria mostrando que sus intereses son personales, ególatras y narcisistas. Me encantaría, por ejemplo, que el diputado Carlos Leal se atreviera a repetir en el estrado el tuit transfóbico que le llevó a ser suspendido por Twitter y enfrentara consecuencias más severas, y espero con ansias escuchar a todas las diputadas que defienden la paridad en redes gritar con la misma pasión por nuestros derechos en la sesión del martes. 

El diputado Carlos Leal fue suspendido de Twitter durante 12 horas por este tweet. No es la primera vez que ataca a las personas de la comunidad LGBTI+.

A veces pareciera que hacen más giveaways que iniciativas. Ojalá se empeñaran por conseguir nuestra aprobación haciendo rifas de reformas de paridad o educación sexual — temas que sí nos interesan — en lugar de estar regalando carne, iPads y camisetas. Si ya han demostrado lo poco que les importa su trabajo (¿no es así diputado Marco González? ¿Su carro sí quedó limpio el jueves?), no veo por qué no dejar al azar cuáles iniciativas se van o no aprobar. Quizas hasta podríamos decidir por medio de encuestas en Twitter. 

Vaya, que siempre han encontrado formas de gastar el presupuesto público, el prestado y hasta el propio, en cosas inútiles. A veces son mochilas con logos del partido, otras televisiones entregadas en comunidades donde ni siquiera hay luz, y hasta hemos visto quienes se aprovechan de la pandemia y regalan diminutas bolsas de antibacterial con sus nombres. 

Sin embargo, los giveaways y el uso de sus redes para conseguir aprobación son distintos, y me atrevo a decir que peores. Comienza un monstruo que no sé si podamos parar: los diputados y diputadas se convierten cada vez más en influencers. 

En el caso de las rifas, no sólo están regalando objetos, boletos, o gasolina, sino que además están pidiendo explícitamente seguidores, y lo están logrando. 

Porque los giveaways tienen una sola función: aumentar tu plataforma. Ofrecer algo que posiblemente ni siquiera pagaron con la promesa de promocionar el producto (¿o tal vez sí, Diputado Cienfuegos? ¿Cuánto costaron las firmas y camisetas de los jugadores de fut?), solicitar que arroben a más personas para que más los conozcan, pedir que den follow y hasta en ocasiones que publiquen a sus seguidores el post original. 

Likes, follows, shares. 

Una forma muy astuta de hacer campaña sin romper las reglas electorales, sin tener que visitar casa por casa u organizar eventos. Casi que hasta les ha beneficiado la sana distancia. Con miles de neoleoneses afectados económicamente y encerrados en su casa, ¿para qué saldrían a las calles a trabajar por aprobación? Lo pueden lograr a través de instrucciones a su community manager, desde la comodidad de su casa.

Seguro habrá quienes piensan que no tiene nada de malo y que les gusta participar en estas dinámicas. La verdad es que no les culpo, siempre he querido ganarme algo en Instagram.

Pero tenemos que entender que hacer giveaways, enseñarnos sus outfits del día (ya no más, por favor, diputada Karina Barrón) o mostrarnos a su familia, no debería ser aceptable para ningún político cuando utilizan esa misma red para informar a la ciudadanía sobre su labor. Si desean tener estas interacciones, lo correcto sería que tengan dos redes: una personal y otra del trabajo.  

Como ciudadana, a mi me interesa que a través de sus redes nos informen en qué temas están trabajando, qué iniciativas han presentado, cuál será el sentido de sus votos y su posicionamiento en temas importantes. También es necesario que aprendan a diferenciar sus ideales personales de aquellos con los que deben representar a la ciudadanía, pero ese es otro tema (diputada Claudia Caballero, la homofobia ya no está de moda).

Porque si seguimos así, los estándares se vuelven bajísimos, como de capítulo de Black Mirror, y el resultado electoral de 2021 se verá fuertemente influenciado por quién consiguió la mayor aprobación en redes sociales. 

Igual y habemos a quienes nos dan asco estas prácticas, pero a mi abuelita le encantan, y ni hablar de los señores que ni les interesa la política pero que ahora siguen a la mitad de los diputados por la promesa de una carne asada. 

Al final del día, los diputados y diputadas se esfuerzan más por conseguir seguidores y bots que por sustentar sus votos ante el Pleno o hacer un buen trabajo dentro de las Comisiones a las que pertenecen (recordemos la traumática experiencia que nos dejaron sus intervenciones para defender el #PinParental). Son como este meme de “como crees que te ves vs. como realmente te ves”. 

Se creen súper estrellas, pero no vaya a ser que tengan que revisar temas que sí importan, como, las #BroncoFirmas o aprobar #ParidadEnTodo porque les da pánico escénico, participan lo menos que pueden, y a la hora de la hora se ausentan o bien se abstienen en todos sus votos (diputado Luis Susarrey, ojalá dejara de ser tan tibio). 

Tal vez a la larga lista de cosas que, no honrosamente, Nuevo León le ha dado al país — Chavana, Poncho de Nigris, la boda de Protasio, entre otros —- deberíamos añadir una este año: los «dipfluencers».

Sobre la autora: Rocío Salazar es politóloga e integrante del movimiento Derecho a Gobernar (@dgobernar en Twitter e Instagram).   

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