La población adulta de México se levanta el día de hoy, se dirige las casillas electorales más cercanas y ejerce su derecho a votar (o al menos, eso se espera). Yo me levanto hoy, me dirijo a la cocina a desayunar y me quedo en mi cuarto, pensando en todes eses adultes con su INE y sus licencias de manejo. Me quedo pensando que en veinte días yo podré ser une de elles, podré tener una mala foto de mí en una tarjeta que llevaré dentro de mi cartera, que me identificará como ciudadano oficial del lugar en el cual he vivido toda mi vida. Me quedo pensando en que por una diferencia de veinte días, yo pude haberme levantado hoy a ir a votar y no solo a comer cereal. Me quedo pensando y pensando en el tiempo y en la edad, mis más grandes enemigos.
Me gusta pretender que mi edad no me afecta y no tiene gran importancia en quién soy pero en realidad, secretamente es una de las cosas que rodean mis pensamientos constantemente, de la mano con el tiempo.
El tiempo es algo muy raro, no me agrada; pasado, presente y futuro, quiero que un día llegue más rápido pero no quiero que se acabe el día de hoy, nostalgia, puntualidad, impaciencia. Todo depende del tiempo, en ocasiones nos favorece y en otras no, pero lo más importante y frustrante es que nunca se detiene. Somos forzades a seguirle la corriente, o igual nos lleva con ella.
No importa cuánto quiera que un día no llegue, que no den las 6 de la mañana y suene mi alarma, o que no cumpla 18 años, pasará. El día llegará, la alarma sonará y seguiré existiendo día tras día. Esto me causa ansiedad de vez en cuando, pues el mero pensamiento de no poder hacer nada más que esperar, me derrumba, y solo aprieta los nudos que siento en mi pecho. Me quedo mucho tiempo esperando a que ciertas cosas pasen, y simultáneamente, deseando poder ponerle pausa a mi alrededor.
Detesto pensar en el tiempo porque lo estoy gastando; pensar mucho sobre él solo hace que el tiempo siga avanzando, y yo no. El año pasado aprendí a tomarme las cosas minuto por minuto, pero este año lo intento y termino atascada en mi loop mental sobre el sistema de reloj y conceptos inventados por humanes. El año pasado si me emocionaba mi cumpleaños y el mes de julio. El año pasado no pensaba en años pasados, pensaba en el presente, no pensaba que en el futuro estaría pensando en el pasado.
El año pasado tenía dieciséis y no estaba cerca de tener dieciocho.
Lo diré directamente por si no se entendió: no quiero cumplir dieciocho años. Es verdad que no significa nada porque seguiré siendo yo, de un día a otro no cambia mi personalidad, pero también es verdad que en los ojos de les demás, soy otra persona. Siento que al contestar «dieciocho» termino en una spotlight que no pedí. Siento una gran presión por alcanzar expectativas raras como tomar alcohol o tener que manejar. Tal vez no estoy lista para ser “adulte”, tal vez ya lo soy, o tal vez es mi extraña fijación con ciertos números, 17 siendo uno de ellos. Pero no tengo opción, en veinte días tengo dieciocho años, y no me queda nada más que esperar.