Estoy sentade en una banca de lado de un arbusto con flores rosadas, quiero voltear a verlas y quedarme aquí todo el día. Algo encerrado dentro de mí quiere salir, lo siento pesado en mi pecho, pero me falta valor; tengo miedo de que alguien me pregunte cómo me siento. Decido voltear por cinco segundos, suficiente para dejar a mi mente nadar en ideas y cuestiones. ¿Cómo funciona tan bella naturaleza, que se toma el tiempo para crear y mantener tan única a cada una de ellas? ¿Cómo encontramos sílabas que al juntarlas forman palabras y con ellas intentamos describir y clasificar a las flores? Y más pensamientos similares sobre etimología y lenguaje. Pero cuando decido voltear una última vez, que ya no puedo resistir, me pierdo.
Son de esas cosas que cruzan mi mente en los momentos más repentinos. Cierro los ojos y veo flores. Al tratar de calmar mi ansiedad, mi mente viaja por un vasto campo de lavanda, y siento que puedo respirar otra vez. La simple belleza botánica me mantiene soñando despierte, flotando en nubes de algodón o corriendo entre tulipanes.
Y a veces, amo tanto a las flores que se me pone la piel chinita y me dan ganas de llorar pero inconscientemente reprimo el sentimiento.
Reprimir: impedir que un sentimiento se muestre o se exprese abiertamente. No me gustan las flores. Siempre pido que no me regalen flores, porque no me gustan y no las quiero marchitándose en mi cuarto. Al pasar por tiendas de ropa, y sobre todo en esta temporada, me encuentro con vestidos repletos de flores. Tratando de no quedarme mucho tiempo, los observo, frunzo el ceño y recuerdo. No quiero usar vestidos con flores. No quiero usar vestidos, ni recibir flores.
Solía pensar que cosas como la ropa o las plantas eran asignadas a un género. Empecé a crear un miedo hacia lo considerado femenino, principalmente por misoginia internalizada, y me aterraba que les demás asumieran cosas sobre mí solo por traer puesto un vestido. Al ver flores en un vestido, me molestaba, porque me recordaba que las flores también son consideradas femeninas. Bastantes años he pasado escuchando “quisiera que fueras más femenina” que inevitablemente se ha convertido en una obligación y le ha borrado lo divertido a la feminidad.
Hasta que me senté en esa banca junto al arbusto de flores rosadas en las que me perdí, que me puse a pensar; por eso amo tanto a las flores. Las flores me recuerdan que no hay daño en ser femenina, porque aparte de que son conceptos inventados por humanes, eso no las detiene de florecer. Y no importa cuantas cosas queramos clasificar a las flores, ellas seguirán floreciendo, con todos sus colores y yo podré usar un vestido con flores y sentirme bien; sentirme orgullose de ser considerade femenina. Quien sea puede usar coronas de flores y verse bonite; las plantas no tienen género.
Queridas flores:
Las quiero mucho porque son bellas y hacen que mi corazón se abra a más posibilidades, quisiera que no las cortaran ni las envolvieran en plástico. Me inspiran y las pienso cuando miro los rostros de las personas que amo y me pierdo en sus sonrisas que me llevan devuelta a los campos de girasoles en mi mente donde estoy tranquile (mis favoritas). Quisiera ser tan linda como una flor. Espero algún día serlo.
Pero no esperes más. Ya eres además de linda, una flor única.
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