Durante mucho tiempo creí que era tibia. Es decir, que no tomaba posturas ante ciertos temas o que no tenía opiniones al respecto.
Hace muchos años escuché en misa que a los tibios, Cristo/Dios/el ser supremo los vomita*. Yo quedé en shock.
El padre se refería a creer en que Jesús había resucitado. Crees o no, punto. Nada de creer a medias o necesitar pruebas como el apóstol que quería meter su dedo en los hoyos que habían dejado los clavos en las manos de Jesús cuando lo colgaron en la cruz.
Lamentablemente, yo era una adolescente dubitativa como ese apóstol. Yo necesitaba los recibos, las pruebas, los hechos. Pero tampoco quería ser vomitada. Siempre he querido encajar y ser parte de mi comunidad porque me da miedo el rechazo. Entonces, sin querer me hice tibia.
La tibieza se extiende más allá de la religión. En mis opiniones e ideales he sido tibia, en gran parte porque soy penosa y me cuesta expresarme, y porque ha sido una forma de supervivencia.
Como ya dije, no me gusta ser excluida, así que eso significa tomar, en ocasiones, posturas tibias, o no revelar completamente lo que pienso, para encajar en un cierto ámbito. Sobre todo en ambientes conservadores (cof cof familia) o en los que me sienta amenazada.
Cuando estaba en la carrera, admiraba a mis compañeres por su habilidad para dar su opinión sin pelos en la lengua. Yo, al contrario, he temido siempre las repercusiones de mis opiniones.
Lo irónico es que al inicio de la carrera sentí que no encajaba. Estudié Letras porque me interesaba el camino editorial y aspiraba a ser una editora de una revista de modas, pero pensaba que por ello no me aceptarían mis compañeres erudites amantes de La Literatura™️ (así es como me imaginaba que eran).
Afortunadamente, no resultaron ser pedantes inflexibles y, al contrario, me aceptaron con brazos abiertos. Sin embargo, a las personas fuera de ese círculo no les revelo todo lo que pienso. Incluso en mis redes sociales me trato de moderar con algunos temas para no parecer “demasiado intensa” o para caerle bien a todos.
No creo que siempre sea malo ser tibia. A veces se trata de genuina indecisión, pero en otras, la tibieza es contraproducente: no tomar un lado te hace cómplice.
Y yo ya no quiero ser cómplice de las cosas que me molestan o que creo que están mal.
De mis amigues de la carrera he aprendido a cortar con las cosas que van en contra de lo que pienso, aunque me gusten mucho.
Es un proceso difícil porque tienes que aceptar que algo que te gusta no es perfecto. Te sientes mal porque, aunque probablemente no lo sabías, estabas apoyando a algo o alguien que contradice tus ideales.
Ejemplo: a mí me gustaban las obras de Picasso, se me hacían interesantes, el cubismo me parecía transgresor y revolucionario. Sabía que tenía rumores escabrosos, pero nunca los investigué y me fui con la finta de que al ser el gran artista del siglo XX, tenía que admirarlo. Pero Picasso era un misógino, y yo soy feminista.
Aprendí a ver mi error gracias al especial de comedia “Nanette” de Hannah Gadsby (del que Bere habló hace poco) y me quedé, otra vez, en shock. No sólo por esta información sobre Picasso (aunque ya sabemos que men are trash), sino por su mensaje. Como ya lo resumió Bere, Hannah habla de contar nuestras historias porque son necesarias, a pesar de que sean incómodas.
Eso, para mí, significa dejar a un lado la tibieza y asumir una postura. Aunque ya he estado tratando de hacerlo, Hannah me dejó con la sensación de que es imperativo que empiece a expresarme, que empiece a dar mi opinión, que ocupe un espacio.
No puedo garantizar que de un día para otro vaya a cambiar por completo porque hay situaciones en las que no me siento con la seguridad para hablar (reitero que soy penosa) y probablemente se me siga dificultando hacerlo. Pero, en la medida de mis posibilidades, quiero expresar mi opinión. Quiero dejar de ser tibia porque creo que alzar la voz es mi deber social.
*Esto aparece en el libro del Apocalipsis 3:16: «Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca».
Si quieres, puedes ser tibia perfectamente. Y que nadie te diga lo contrario. Pero tienes que ser tibia cuando tu intuición de lo diga (si tienes esa suerte de voz a tu lado). Mira:
Tibio. Sinónimos:
Cálido, templado, suave, moderado, tenue, desapasionado, desapegado, indiferente, frío.
© Espasa Calpe, S.A.
Y como puede verse en palabras eruditas, tibio significa a la ver frío y cálido, cosa imposible. Y por otra parte, en el mismo diccionario:
adj. Templado, entre caliente y frío|| Poco intenso y apasionado || ponerse uno tibio loc. col. Darse un hartazgo|| col. Ensuciarse mucho
© Espasa Calpe, S.A.
Otra vez, desde lo poco a lo que harta. Es como el gris. Ni negro ni blanco. Y la vida no es un sistema binario ni en lo atómico. Y sentimientos, sociedades y culturas son crisoles que funden gran variedad elementos.
Si. El ángel de la iglesia escribe eso en Laodicea. Y después lo aclara:
«Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque dices: «Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad´´ y no sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo.»
Bueno. La verdad es que esa aclaración parece tibia. Se me ocurre otra:
«O estás conmigo o contra mi. Lo demás es propio de culebras.»
«Tienes fe y crees en Dios o careces de ella por completo y no crees en nada espiritual. Ir a misa y repetir tus oraciones allí como un loro y salir a la calle respondiendo «soy cristiano pero no practico» según convenga, es propio de mercaderes interesados.»
Entonces, si tu fe es pura y la defiendes claramente, no serás vomitado.
Y al contrario, si eres un ateo apasionado y nadie puede convencerte de lo contrario aunque estás dispuesto a discutirlo, tampoco serás vomitado.
Los del medio sin embargo al charco de vómitos.
Pues me parece que no. No se puede ir a los límites. No hay que exagerar. La pasión y el impulso también llevan a error.
Y esta contradicción la confirma la siguiente palabra: Templanza.
f. REL. En el catolicismo, virtud cardinal que consiste en la moderación en los placeres y pasiones: contra los excesos, el confesor recomendaba templanza. || Benignidad, suavidad del tiempo atmosférico
© Espasa Calpe, S.A.
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