Han pasado dos años desde que terminé la universidad, y el ejercicio de pretender ser una adulta y poco a poco abrirme camino en el mundo “real” me ha enseñado (u obligado a aprender a pura prueba y error) un montón de cosas sobre las relaciones humanas y mi relación conmigo misma. Eventualmente cuando sigues topando una y otra vez con la misma pared tienes que reconocer su forma y su textura y ponerle un nombre.
Algunas lecciones me han entrado más fácil en la cabeza que otras y también hay algunas que siguen sin poder entrar del todo, y por eso algo muy sencillo pero que realmente funciona e intento hacer con frecuencia es simplemente repetírmelas una y otra vez. Trato de recordarlas cada vez que veo la pared aproximarse y como parte de este proceso de reafirmación decidí ilustrar unas cuantas que he llevado conmigo recientemente.