Escrito en colaboración con Mar Salas.
Es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Empieza el contador de cuántos mensajes de “¡FELIZ DÍA!” recibiremos las mujeres de todas las edades. Algunos, con un detalle extra especial sobre cómo hacemos el mundo más bello y somos o seremos mamás, y muchas definitivamente con flores, listones y color rosa.
Ni este año, ni el próximo, nos feliciten.
Han pasado más de cien años desde las primeras movilizaciones del día de la mujer que buscaban sufragio y equidad. Más de cien años y muy apenas tenemos la mitad de esas cosas.
Por ejemplo, hace apenas dos días, en Nuevo León, se criminalizó la autonomía sobre nuestros cuerpos. Entonces ¿es adecuado celebrar?
Para mis compañeros que ya mandaron esas felicitaciones, voy a suponer que estos deseos vienen de un buen lugar, pero este día no se trata de celebrar, sino de conmemorar la lucha de las mujeres por sus derechos. Si quieren abonar a la causa, trabajemos juntes para que los lugares donde convivimos estén libres de sexismo, misoginia y violencia. Hoy más que nunca lo que nos pueden regalar es sentarse y escuchar.
Para mis compañeras, conmemoremos nuestra hermandad y nuestras vidas, pero también las vidas de las que hemos perdido frente a la injusticia. Hoy es un día para luchar, porque hemos llegado lejos, pero todavía tenemos mucho que recorrer.
Abracemos a las mujeres en nuestras vidas y reforcemos esos lazos. Hay que hacerles saber que estamos ahí para apoyarlas y verlas crecer, sean nuestras amigas más cercanas o aliadas que apenas conocemos.
Vístete de negro, por las que perdimos a la violencia patriarcal.
Vístete de verde, por el aborto libre y seguro.
Vístete de morado, por la justicia y equidad para todas.
Alerta, alerta, alerta que camina / la lucha feminista por América Latina / y tiemblen, y tiemblen, y tiemblen los machistas / que América Latina será toda feminista