¡Feliz temporada de graduaciones!

El miércoles 3 de junio tuve mi última clase de la universidad y resulta que fue con el mismo profesor que me dio la primera clase de la carrera. Intenté no llorar. No lo logré. Estudiar estos últimos meses no ha sido la tarea más sencilla: entre obligarme a tener un horario “productivo” y completar las lecturas del curso, he hecho de todo para evitar una preocupación que ahora se me embarra en la cara: ¿y ahora qué?

 Los datos atemorizan: El PIB mundial pierde 60,300 MDD al día por el confinamiento, mientras que México prevé una contracción del 7% en el Producto Interno Bruto. El IMSS reportó una variación a la baja de doce millones de personas económicamente activas. Aplico a vacantes por y en todos lados: el panorama profesional que esperaba antes de la pandemia dio un giro de 180 grados y es que no sólo me gradúo de la universidad, sino que me gradúo de una carrera de humanidades. 

Con esta pequeña pieza no busco hablar sobre las innovaciones en el área de trabajo, ni sobre la #NuevaNormalidad, ni siquiera sobre las propuestas y los nuevos datos que obtenemos todos los días. Diana Taylor escribió hace seis años “We are still struggling to learn how to live in this very strange new world”, y hoy es más que vigente. Todos los días nos vemos obligadas y obligados a entender lo que está pasando, con las comunicaciones massmediáticas y la información al segundo, puede ser abrumador. Para sentirse así, mejor los dejo en su timeline de Twitter o con los múltiples Trending Topics. No, con esta pequeña pieza busco hacerles saber que les veo, y espero que me vean también. Estamos en encierro y tal vez nos quedamos sin graduación, pero no estamos en soledad.

Las cosas son así: mi papá siempre me recordó la importancia de trabajar antes de graduarme. Trabajé un año en una app, traduciendo, y otro año en una Fundación, y tenía una idea bastante clara de hacia dónde quería encaminar mi carrera. No sólo una idea: por años me prometí que en el día de mi ceremonia de graduación sería también el día en el que podría irme a vivir por mi cuenta, porque los planes siempre giraron alrededor de terminar de estudiar con un trabajo seguro. Días antes de la contingencia me presenté a una entrevista y en la primera semana de la cuarentena hice mi examen de ingreso a lo que hubiera sido mi primer trabajo full-time. Todo eso ahora me parece lejano. 

Mis dudas ahora son múltiples, no puedo dejar de pensar en cosas como, ¿cómo puedo ayudar? y ¿qué facultades tengo como egresada de LETRAS HISPÁNICAS para poder hacer algo que se sienta importante? Siento constantemente la presión de hacer algo de provecho frente a las múltiples crisis que surgen en todo el mundo. Sé que es muchísima presión para una persona, mis amistades me lo dicen, yo me lo repito también, pero me resulta imposible no sentirme comprometida a hacer algo con el privilegio de haber concluido la carrera. 

Entre bromas le digo a mis seres querides “sólo a mí se me ocurre graduarme de una carrera de humanidades en plena crisis mundial”, y lo acompaño con risitas nerviosas. Ellos me ven con cierta seriedad y dicen “nadie pudo predecir que esto iba a pasar, Majo, está bien”. Pero la verdad es que, si antes la fuerza laboral informal constituía el 56% de la población económicamente activa, me resulta sumamente difícil mantenerme tranquila con lo que sucede y con lo que está por venir. Con los pagos del crédito educativo, el cual es tan grande que me parece imposible que sea real, acercándose, y un ambiente laboral tenso, me es difícil dormir en las noches. Eso y los benditos finales.

Creo que, aunque quisiera mantenerme positiva, me resulta difícil ignorar todos los datos e información que recibo todos los días. Las vacantes todas lucen igual: requieren más experiencia que la de una egresada o egresado, y prestaciones “de ley”. Al aplicar, no recibimos un “no”, simplemente quedamos en el limbo, esperando respuesta, sin cerrar el ciclo. Necesitamos saberlo todo y quiero saberlo. La verdad es que cada vez hay más exigencias y menos pago. Un título universitario no basta para encontrar un trabajo estable. 

Lo único que puedo decir que alivie la desesperación a la que el encierro, la graduación y el mercado laboral agregan por minuto es: estamos en un momento que nos exige una ética personal impecable. Quienes nos graduamos este año, bajo estas condiciones, tenemos un dolor de cabeza diario, pero también estamos siendo exhortadas y exhortados a ser mejores, aprender más e involucrarnos más. Y recordarnos que valemos. Que nuestros estudios y esfuerzos valen. Y que no hay que tener miedo a aplicar a las vacantes que queramos. Hoy más que nunca, el no ya lo tenemos. 

Sigo en el proceso de entender qué implica todo esto, qué me enseña y cómo puedo crecer, pero sé que tendré colegas increíbles y resilientes que se enfrentan a esta graduación 2020. Que no se nos olvide nuestro valor, y todo lo que podemos aportar a nuestro propio futuro, emprendimientos y equipos. ¡Un abrazo con mucha sana distancia! Felicidades a les graduandes 2020. Esto también pasará.

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