El pasado jueves 19 de abril me di la vuelta a Casa Naranjos, un lindo espacio en DistritoTec en el cual se realizan pequeños eventos para la comunidad local. Tuve el placer de atender a la charla mensual organizada por El Jardín: “El uso del lenguaje incluyente”. Una plática donde escuchas y te escuchas.
Llegué un poco tarde, la puerta estaba abierta y me dieron el paso a sentarme en una de las cuatro mesas de la sala, cada una rodeada de cinco o seis personas. En una cartulina debíamos escribir aquellas groserías que atacan a un grupo o comunidad, insultos que escuchamos todos los días. Me sorprendió leer palabras que jamás en mi vida había escuchado, al igual que ver la hoja repleta de muchas que he vivido. ¿Qué tenían en común esas palabras? La mayoría vulneran a aquello que es considerado femenino. ¿Y las demás? Atacan a niveles socioeconómicos, apariencias, capacidades, culturas o razas.
El lenguaje nos conecta, nos permite entender, escuchar, definir, expandir; nos brinda diversidad. Parece que el lenguaje que utilizamos a diario solamente nos ayuda a separarnos en cajas binarias, donde una es débil y la otra es fuerte.
¿Dónde queda la tercera caja? O bien, ¿por qué hay cajas con adjetivos calificativos? El lenguaje no es una caja, es una atmósfera de la cual respiramos y digerimos.
María José Sanabria, líder de la charla, nos dejó entender que el lenguaje es creado por la humanidad, por lo tanto evoluciona y se transforma junto con nosotres. Si no dejamos que el mismo cambie y se convierta en un espacio seguro para todes, ¿dónde nos quedamos? Seguiremos fomentando un ambiente sin inclusión, sin comprensión y sin amor, una comunidad de desprecio, violencia e ignorancia. Y no solo en nuestras comunidades locales, sino entre nuestres propies amigues, familiares y parejas.
La lucha por un lenguaje más abierto es una que aún tan mínima que parezca, puede llevar a que una sociedad se vea unida y fuerte. Puede llevar a que los 56,1 millones de mexicanos que no vivirían en una misma casa que alguien de la comunidad LGBTQIA+ puedan entender que su existencia es válida y totalmente real. Puede llevar a que comprendamos nuestra propia existencia y nuestro propio sentir.
Al finalizar la charla, realizamos otro ejercicio en el cual debíamos escribir en una hoja qué palabras utilizamos diario y qué palabras podríamos usar para reemplazar las mismas que son hirientes y/o género-binarias. Fue interesante y divertido, pero a la vez muy educativo. La realidad es que el lenguaje al final del día no es tan cerrado como parece, es como lo utilizamos lo que le da la apariencia de serlo.
Atender esa charla el jueves por la noche fue una experiencia muy agradable, en la cual conocí a personas respetuosas, dispuestas a escuchar, interrogarse, disculparse y sobre todo, aprender. El estar en un espacio tranquilo y seguro, donde desconocides preguntaban por mis pronombres e intercambiaban ideas sin invalidar las de otres, me dejó el sentimiento y la esperanza de que un futuro como el que viví en esa sala es posible, y no solo eso, sino que ya está en camino.
Me voy de Casa Naranjos con una sonrisa en mi rostro, una mente abierta y un corazón tranquilo.
Imagen de DistritoTec.
Un comentario en “Lo que no se nombra, no existe: Lenguaje Incluyente”